jueves, 28 de noviembre de 2019

La nuit a dévoré le monde (2018)

La película nos mete en la piel del protagonista, un chico que va a visitar a su ex para recuperar algunas pertenencias que todavía tiene en su piso. En su apartamento hay organizada una buena fiesta, así que espera hasta que ella pueda atenderle y devolverle sus cosas. Tratando de escapar del gentío y el ruido, se encierra en una salita y se queda dormido. A la mañana siguiente, cuando se despierta, el piso está destrozado, hay manchas de sangre por las paredes, y no hay ni rastro de la gente.
Con un relativo bajo presupuesto, diría que es una de las películas de zombis más realistas que he visto hasta la fecha. Generalmente, la mayoría de las películas del género, nos tienen acostumbrados a historias con personajes poco creíbles, que se dedican a hacer mil y una hazañas, enfrentándose allá por donde pasan con interminables hordas de muertos vivientes, disparando, golpeando, mutilando, atropellandolos, y un largo etcétera. En esta película, el protagonista tiene una reacción mucho más lógica, mucho más creíble, mucho más humana: tiene miedo. Así que se mantiene a salvo escondido. Es decir, se siente como seguramente cualquiera de nosotros se sentiría en su situación, y se comporta como posiblemente muchos de nosotros lo haríamos. Y creo que ese es precisamente uno de los mayores aciertos de este film, y el motivo por el cual me ha esultado tan terrorífica y atrayente al mismo tiempo.
Una joya del cine francés que recomiendo a todos los amantes del género.

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